Add parallel Print Page Options

La sin par belleza de Sión se ha esfumado;
sus príncipes andan como ciervos en busca de pastos;
fuerzas no tienen para oponerse a sus perseguidores.

Jerusalén recuerda su aflicción y sus rebeliones;
recuerda tantas cosas agradables
de que gozó en los tiempos antiguos;
recuerda cuando cayó ante el enemigo
y nadie vino en ayuda de su pueblo;
recuerda cómo la miraban sus enemigos
y se burlaban de su caída.

Pero Jerusalén pecó. ¡Por eso ha sido rechazada!
Al verla desnuda, la desprecian
quienes antes la admiraban;
y ella, sollozante, corre a esconderse.

Read full chapter